Justo en el punto de mi vida en que creía que ya nada podia sorprenderme y en que pensaba que no existía cosa en el mundo que me hiciera poner cara de ¡no lo puedo creer!, pasó que Monica soltó la más desconcertante revelación que jamás creí que escucharia.
Como todos los dias la rutina entre nosotros es la siguiente, como a eso de las siete de la mañana Monica toca el timbre de mi casa, y le abro, prepara el desayuno y antes que cualquiera de nosotros intente siquiera tomar un bocadillo estamos haciendo el amor como dos locos en el piso de la cocina. Luego de eso, ella toma sus cosas y se va. La veo aparecer en la noche a eso de las nueve, cuando vuelve a tocar el timbre de mi casa y sin mediar muchas palabras me conduce a la habitación donde nuevamente hacemos el amor como dos locos. Esta simpatica rutina se ha transformado en un hábito. Nunca he revelado mi edad, pero comprenderan que si tengo hábitos, es porque evidentemente no soy un chiquillo. Sólo diré que los veinte son un lindo recuerdo y que los cuarenta son una amenaza inminente. Volviendo al tema, ya estaba acostumbrado a que las cosas se dieran así y cada día que pasaba me acostumbraba más a que se fuera por la mañana y volviera por la tarde, por lo que las conversaciones entre nosotros eran bastante banales, muy domésticas, ya se imaginaran lo "domésticas" que eran. Pero de repente un dia sin previo aviso, la rutina se rompió y Monica no hizo lo de siempre, no me dejó desnudo y satisfecho en medio del frio piso de la cocina, si no que se quedó ahí, mirándome, sin decir nada.
Reconozco que no supe que decir, no estaba preparado para hacer algo más allá de lo clásico, ya advertí que estoy en la edad de las costumbres y que lo nuevo, es más un desafio al que no me quiero enfrentar. Asi que busqué la opinión de mis siempre amigables consejeros.
-cuéntale un cuento de esos en que eres el gran empresario, el ganador, el existoso y porqué elegiste ser un hombre de (censurado, el yo vomitivo revela mi edad) y que aún no se casa y y vive solo sin mascota...vamos un cuento, miente.
-pregúntale como se siente, que quiere de la vida, para donde va, de donde viene- el yo sensible tratando de conectarme con el alma de la femina que yace desnuda a mi lado.
-talvez algo le parecio mal, no digas nada hasta que ella se decida a hablarte, no metas más la pata- mi yo culpa buscando mi inseguridad
-nada, tranquilo, empieza con algo trivial, no sé ¿quien es?¿ su edad?- el yo desenvuelto dando en el clavo
Y ahí fue donde todo cambió, con ese dejo de soltura que me imprimí empezé a hablar de trivialidades, hasta que le pregunté su edad.
Me detengo en este momento, porque quiero que sepan que siempre he sido un hombre liberal, abierto de mente, pero hay ciertas cosas con la que nunca he tenido mucha simpatia, y lo que escuché después de preguntarle la edad me recordó uno de mis viejos mandamientos.
-Cumplí dieciocho, la semana pasada ¿por que?- lo dejó caer asi de simple, como si fuera tan simple, tan fácil. Dieciocho y yo mirandola con mi cara de ¡no lo puedo creer!.
Recordé mi regla de los diez años de diferencia y me fui al carajo, reconozco que con los dias he suavisado un poco la noticia y he empezado a inflar el pecho al pensar que una chica de 18 se siente atraida por este viejito (bueno ni tan viejo, solo más viejo que ella) y me he dejado llevar por ese aire juvenil que tiene Monica, pero estuve en shock por lo menos un dia.
Entró a la universidad hace poco, asi que por eso llega temprano a mi casa, luego se va a la facultad y vuelve cuando termina las clases en la noche. El dia que hablamos era feriado y no tuvo clases.
Nos pasamos un dia muy agradable hablando, me contó de su familia, sus viejos que no se llevan muy bien, su hermana chica que la tiene hasta las pelotas y la universidad que es una reverenda perdida de tiempo. Desde ese dia me siento como un chupasangres robándole esa juventud que yo perdí hace tantos años (ni tantos).
Hay dias en que quiero que sea feriado, para tenerla todo el día en mi casa, para sentirla, para tocarla, para verla joven y radiante, además de desnuda, caminando por mi casa. Pareciera que la conozco desde hace tanto, insisto que hay en Monica un no sé qué, que me hace necesitarla, aunque se que no la quiero como la quiero a Ella, pero sigo sintiendo que hay algo en esta niña que me recuerda los dias en que conoci el verdadero amor.