martes, 30 de marzo de 2010


Cada vez que pienso en los desmadres amorosos que llevo a cuestas, me doy cuenta, con cierta desfachatez, que simplemente no estoy listo para el amor. Que estoy medio viejo y que aún así, no soy capaz de enderezar mi vida, y que además, tengo una facilidad única para meterme entre las piernas de mujeres conflictivas. Es por eso que cada vez pienso menos en mis desmadres amorosos.

Estoy sentado en una vieja silla de plástico con una desgastada marca de cerveza puesta en el respaldar. Mi cuerpo suda como nunca. Mi piel se ennegrece en cada milésima de segundo con el apasionado sol costero. Puede que si me observara a mismo no sería capaz de reconocerme o puede ser que quien me observa sea capaz de identificarme con un lugareño. He probado el aire de este lugar y seguramente me he empapado, de manera enfermiza, de la cultura local. No ha sido arte de magia: es producto de los alocados días que me he pasado perdido en el cuerpo de la morena más seductora y revoltosa de esta playa que me niego a nombrar.

Tras aquella tarde, en que escapando de mis demonios, me dejé guiar por su voz y por su cuerpo, simplemente fui absorbido por su olor, su color y sus movimientos. Me transformó, en una noche, en una bestia, en un ser sediento de los líquidos de su figura. No pude salir en días desde la cabaña maltrecha a la que me llevó. Entre agua y frutas de la temporada me demostró que hay algo más allá del amor físico. Me enseñó que los limites de dos cuerpos exaltados no existen. En esos días aprendí que bajo el sol y cerca de la playa hay otras formas de amar.

-Este es el verdadero mundo hombre, la felicidad. Lo que siempre quisimos, lejos de la oscuridad de esa ciudad deprimente. Quedémonos aquí para siempre - mi yo Hedonista masajeando mis deseos.
-Pobre ser humano, cobarde y resignado. Una mierda complacida de sexo... aquí o en cualquier parte seguimos siendo lo mismo...¡Nada! - El yo Vomitivo, siempre particular

A mi lado, acariciada por el mismo sol, la Morena reposa sobre la arena ataviada de un bikini diminuto color rojo. Su pelo negro, húmedo de agua salada, intenta disfrazarse con el paisaje, sin que pueda dejar de mirarlo. En un segundo, ella me mira descarada y me sonríe graciosa. Yo, simplemente la deseo. Se pone de pie y camina hacia la casucha en que me tiene como prisionero. Antes de llegar a la puerta se gira y me mira lujuriosa. No necesita decir palabra alguna, la sigo sin pensarlo dos veces.

Mientras camino despreocupado, pienso que la vida es corta y que hay que vivirla a concho y todas esas tonterías que suelen convencer las personas de carácter débil.

Horas después desearía no haberme movido de aquella silla de plástico medio enterrada en la arena.




lunes, 15 de marzo de 2010

no-hay-reversa


Como tantas veces, me dije a mi mismo: "la reversa no existe". Asumiendo mi propia filosofía, tomé los últimos ahorros que me quedaban y decidí escapar. Cambié el encierro de mi casa, por un hotel perdido en una playa desconocida. Me rodea el mar, el sol y el cuerpo exquisito de una morena sin nombre. No tengo tiempos, ni objetivos. Tampoco están mis Yos, los dejé amarrados en esa casa oscura, donde cobardemente dejé a mi pasado esperando saltarme en la cara en cualquier momento, mientras, planeo la estrategia para que eso no me ocurra.

Las cosas se presentaron de manera inusual. Eran las tres de la tarde y estaba a punto de tomar el teléfono para encenderlo, marcar el número de Monica y darle una explicación, cuando de repente, un estremecimiento me acobardó y todas mis desilusiones entraron en mi mente como un golpe de martillo. Las posibilidades eran aterradoras. La verdad. Me di cuenta que no quería escuchar palabras de rechazo y de odio. Menos la despedida en los labios de esa jovencita que alegraba mis días, pero que a mi pesar, era la hija de mi amante.


Por un momento los Yos se apoderaron de mi corazón, los escuchaba, pero no los entendía. Los dejé hablar largo rato. Al cabo de unas horas de observar la pantalla apagada de mi celurar. Tomé la decisión. Huir. Tomé una mochila vieja y la llené con ropa ligera. Aunque decir "llenar" es una exageración, ya que no tengo demasiada ropa que llevar conmigo. Salí, con los lentes de sol puestos, directo al terminal de buses, busqué el nombre de alguna playa y compré pasajes a un destino incierto.


Mientras viajaba hacia no se donde, pensé en Ella y en Monica. Traté de ver la forma de acercarme a ellas y reparar el daño causado. Me torturé por cobarde, me recriminé por mi falta de madurez y me dije miles de veces que era una una mierda por escapar de la realidad de esa manera. No demoré en quedarme dormido. Cuando desperté, el sonido del mar alejó los malos pensamientos.


Tardé poco tiempo en poner otras ideas en mi cabeza.


Salí del terminal de buses decidido a buscar un lugar donde pasar la noche. No fue necesario realizar una larga búsqueda. Al pisar la calle, vi cruzar desde el otro lado, a una morena espectacular de piernas largas y pechos perfectos. Venia directo hacia mí. Yo no la conocia, de eso estaba seguro. Me miró con sus profundos ojos negros y con su cara muy cerca de la mia me dijo, te vienes conmigo. Como no estaba en condiciones de alegar nada y porque generalmente soy un tipo confiado, me dejé guiar hasta su casa.


Finalmente, me dejé guiar mucho más allá.